El miedo en los tiempos del Coronavirus

 

Estamos viviendo una situación límite, es decir, aquella que pone en evidencia nuestro carácter finito. Sabemos que no somos infinitxs, pero aquí estamos frente a frente con esta realidad, que inevitablemente nos lleva a pensar en la muerte. Y aparece el miedo.

Lo siento mientras escribo, son palabras mayores estas que plasmo aquí. Se me aprieta el cuerpo, se tensa, mi respiración cambia y se me pone un nudo a la altura del esternón. Pongo atención en mi respiración, muevo mi incomodidad y me sostengo en ella.

 

Ya nos toque de cerca o de lejos, la muerte está presente para todxs y de su mano va lo más valioso que tenemos: la vida. Nuestra experiencia, si nos dejamos sentirla plenamente y somos honestxs con nosotrxs mismxs, contiene paradojas. No hay un polo sin el otro, no habría vida de no existir la muerte. Es complejo, no nos gusta pensarlo, mas no deja de ser así. De todos modos, es pertinente recordar que la muerte ya estaba presente, obviamente, «sólo» que ahora se nos reveló delante de nosotrxs. Lo que realmente, en la mayoría de los casos, es diferente aquí y ahora en nuestras experiencias concretas es el confinamiento.

No se trata de dramatizar, si de mirar lo que tenemos delante. Muchas veces es el miedo al miedo lo que nos causa sufrimiento. Poder observar las emociones que nos trae esta toma de conciencia, a poquitos, sin evitarlas y acogiéndolas cuando vienen será lo que nos posibilite la resiliencia, el aprendizaje durante esta etapa. Quizás entender algo mejor al miedo, ese gran desconocido/evitado nos ayude un poco. Comparto desde ahí lo que conozco y experimento sobre el contacto con él.

El miedo es generalmente tildado de “emoción negativa” pero trae una información vital. No es un enemigo de por sí, depende de su intensidad. El hecho de denominarlo de este modo puede llevarnos a evitar reconocerlo, cuando es uno de nuestros recursos para enfrentarnos a nuestro entorno y, según en qué momento, puede resultar altamente adaptativo a la hora de protegernos de una situación potencialmente dañina. Antes de describir el mensaje adaptativo que nos trae el miedo, puede resultar útil conocer la diferencia entre las emociones “duras” y “blandas” (*Extraído del curso: “A xestión das emocións”, material creado junto a la psicoterapeuta Paula Pintos)

Las emociones DURAS” son aquellas como el enfado, la ira o la frustración. A menudo las emociones duras son las que más fácilmente expresan los niños/as en forma de acción (rabietas…) y los adultos en tensión física (apretar la mandíbula, tensión en la espalda, apretar los puños…).

La cuestión es que detrás de las denominadas “emociones duras” subyacen normalmente las conocidas como “BLANDAS”: miedo, tristeza, soledad, vergüenza, humillación… Es mucho más habitual que niñxs y adultxs expresen su malestar a través de una emoción dura, porque ser conscientes de las blandas y verbalizarlas requiere de autoconocimiento, un contexto de seguridad, y capacidad de expresión emocional. Por otro lado, el problema es que las emociones duras normalmente generarán conflicto con el exterior, salvo que detectemos la carga emocional blanda subyacente.

Las emociones duras nos hacen salirnos de las blandas, porque las blandas normalmente son más difíciles de sostener (miedo, tristeza, vergüenza, humillación…) nos ponen en una situación de mayor vulnerabilidad. El hecho de pasar de una emoción blanda a una dura, es algo así como defenderse de un sentimiento que me hace sentir débil o vulnerable (miedo), a otro que me hace sentir más fuerte (enfado).

Es fundamental conocer que responder a la emoción dura no va a dar salida a la necesidad real que hay debajo, y que está en la emoción blanda. Para que haya un sosiego, una satisfacción de la necesidad, es necesario “tocar” con la emoción blanda.

Independientemente de la categorización de la emoción que observemos en nosotrxs mismxs o en otra persona, lo importante es darle acogimiento, ya que estaremos expresando lo que podemos en el momento. Rechazar la emoción será como rechazar a la persona misma/a nosotrxs mismxs. Una vez transitada la emoción, dándole salida a esa energía a través del cuerpo – por ejemplo: si me doy cuenta de que tengo la mandíbula o los puños apretados, cojo esa fuerza y la pongo en un cojín apretándolo, golpeándolo, gritando en él – podremos aclarar que hay debajo de lo que acaba/mos de experimentar.

Y así, atravesando la emoción «dura» que muchas veces está en primer lugar llegamos a la emoción que nos conecta con la vulnerabilidad. En este caso nos centraremos en el miedo.

Fotograma de la película «Bestias del sur salvaje»

El MIEDO indica nuestra necesidad de protegernos ante una situación amenazante. Su presencia nos lleva habitualmente a huír de estímulos que pueden ser dolorosos o dañinos, también puede llevarnos al enfrentamiento o agresión, y a la pasividad o paralización. Su polaridad estaría en la confianza, que sería indicador de la presencia de seguridad. El miedo indica nuestros aspectos vulnerables y nos mobiliza para capacitarnos ante situaciones para las que no estamos preparados, proyectando nuestro pensamiento hacia un futuro.

Más allá del miedo como emoción primaria, también existe el miedo mental – miedo secundario –, creado por nosotrxs mismxs en ausencia de estímulo amenazante real. Este está basado en nuestra biografía y su función es la de evitar algún dolor oculto. Este miedo secundario surge de una evaluación errónea entre la magnitud de la ameaza y la disponibilidad de recursos.

Como con las emociones “duras”, las emociones “blandas” lo que quieren es ser reconocidas, acompañadas y atendidas. Observarlo, reconocerlo y nombrarlo – en alto –: “tengo miedo” es ya un gran paso. Si quizás me siento como si estuviese “congeladx” es importante poner especial atención en expresarse, movernos – hacerlo físicamente ayuda, dar un paseo por la casa o bailar con esa canción que me viene a la mente –. Podremos así coger de la mano a ese miedo y de esa manera acercarnos a la valentía que supone ver que nos podemos sostener en nuestras propias emociones. Sin miedo no hay valientes. Os animo a coger a vuestras emociones de la mano, conocerlas, tener experiencia directa con ellas cuando están presentes y ver que generalmente son más abordables que la idea que nos hacemos de ellas.

Para un abordaje más profundo, no dudéis en acudir a los servicios profesionales que se ofertan. La salud supone un bienestar físico y psicológico, con todo lo que implica. Es importante cuidarnos ahora para prevenir posibles dificultades posteriores. Desde Alento ofrezco mis servicios para acompañaros en estos momentos.

 

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